domingo, 26 de junio de 2011

Ángel

Este relato tiene unos...5 años ya, y como en otros sitios, sigue siendo para mi ángel, que sé que es felicísimo enamorando niñas, y pinchado por ahí, y... ¡¡¡Que lo disfrute lo que pueda!!!

No sé explicar qué tenía de especial. Había algo…algo que me atraía inexorablemente a aquellos ojos negros, especialmente desde el día que los vi brillar sólo por verme.
Fue entonces cuando supe que sólo él poblaría mis sueños más sublimes. Desconozco si se me notaba…pero debió verlo porque cada día me buscaba más, y pasábamos tiempo hablando, nunca de transcendencias, sino de los temas más variados y profundos. Fue al finalizar una de ellas cuando me besó. No podría describir tal beso aunque lo intentara mil años. Sé que tenía un sabor especial, pero nunca lo había probado antes. Y sé que me sentí volar, y que a partir de ese momento no recuerdo nada de ese día, más que él frente a mí, en la puerta de mi casa, con el atardecer. Una despedida.

Y a partir de ese beso nuestras conversaciones se iniciaban y finalizaban con muchos más, tantos que dejé de contarlos, y sólo los deseaba; y algo semejante le debía ocurrir a él porque llegó un momento en que sólo había besos…
Siempre notaba cuándo él estaba cerca…nunca entenderé porqué nadie lo sentía ni lo veía como yo: él era especial, era único, irradiaba para mí una luz propia. ¿Y de veras se había fijado en mí?

Tiempo más tarde, pasando un día juntos, me encontré a solas con él, y con todo el tiempo del mundo por delante. Ese día dejé de ser niña, y dejé de serlo con él. Le entregué mi inocencia, y estoy orgullosa de ello, pero no sabría decir lo que él me entregó a cambio…Quizás perdió más que yo aquel día…

Pero fue algo grandioso, digno de dioses. Durante unos instantes me sentí abrumada por la fuerza que emanaba de sus movimientos y de su mismo cuerpo, de la fuerza que hacía que todo su cuerpo fuera vibrante, y yo con él. Lo sentí entrando en mí, en mi interior, y en mi mente a través de esa mirada de ojos negros que me invitaba a ir con él a un lugar tan indómito que juraré que era el paraíso…y en ese momento lo miré a él, quizás como nunca antes lo había hecho, y alcancé a ver la verdadera naturaleza que rozaban mis manos inexpertas. Vi pasar por sus ojos un relámpago fugaz que se me antojó argénteo, y vi de repente las dos magníficas alas blancas que surgían de su fuerte espalda, y noté su manera de mirar, su manera de tocarme, vi los gestos de quien es devorado por un deseo insatisfecho a punto de cumplirse, los gestos de quien a pesar de no haber experimentado nunca algo similar siempre ha sabido como comportarse, los gestos de quien se sabe supremo…supremo, sí, ésa es la palabra. Supremo ante todos los mortales.

Y fue entonces cuando caí en la cuenta de mi gloria…¿Cómo podía yo haber enamorado a un ángel?

2 comentarios: